18 de marzo de 2011

Ver con los ojos de Dios



«El santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y desinteresado del prójimo…” (Hechos de los Apóstoles,15, 26).


Ver con los ojos de Dios implica llenarse de amor para poder percibir la belleza en todo y es mucho más sencillo cuando se aprende a reconocer que nosotros mismos somos hermosos, con nuestras debilidades, fortalezas y miedos. Porque nuestra belleza no deriva de lo que hacemos, ni de lo que pensamos y mucho menos de lo que tenemos… viene de lo que somos.

Si somos creados a imagen y semejanza de Dios, ¿por qué dudar de lo que yace dormido en nuestro interior?... un embrión de él; toda creación que existe en este vasto universo tiene la chispa divina de perfección y sabiduría. La verdadera salida del ser humano del Edén viene de creer que somos diferentes de Dios.

Si el ser humano con sus imperfecciones observa a sus propios hijos como perfectos, inclusive hasta mejores que ellos por el amor que se les tiene. ¿Por qué el creador del universo no estaría orgulloso de su obra? El creernos inferiores o no merecedores nos empuja a no ver lo divino en todo lo que nos rodea porque no somos capaces de verlo en nosotros mismos, el pedir ver en la practica diaria como lo haría Dios permite que cada cosa, persona y situación se tiña de un brillo especial que hace que refleje su belleza.

El enfocar nuestra atención en lo bello de cada criatura viviente, permite que se expanda lo bonito, porque al final cada uno de nosotros está lleno de complejos que hace que olvidemos lo valioso que somos. El ver estrellas en los ojos de otra persona, el sentir y escuchar una melodía en  la voz del otro, el sentir un abrazo como una nube del más hermoso cielo, el percibir un arco iris en la sonrisa de cualquier ser humano, nos convierte a todos en artistas que reflejan sobre sus propios lienzos las más hermosas obras de arte, dignas del museo universal del amor.

Con amor… Luz

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